Es un grupo social significativo no solo para la inclusión laboral, sino para la creación de productos y servicios. Las empresas que tienen de un lado un público formado que quiere insertarse en el mundo laboral, y de otro un cliente con necesidades insatisfechas para satisfacer.
“No hay trabajos para personas con discapacidad, no deberían existir. No son personas para ubicar en tele asistencia, en ventas de mostrador u otros trabajos “comunes”. Lo primero que nos impone la discapacidad es desmitificar la cultura de que “son pobrecitos”, una barrera actitudinal, que nos impide hablarles, conocer sus capacidades, su potencial laboral, contratarlos o atenderlos”, explica Catalina Vásquez, responsable de Servicios Empresariales de la Asociación Amigos Con Calor Humano.
La inclusión laboral es oportunidades para todos y supone a las ciudades romper brechas culturales y de acceso físico en la infraestructura, los medios de transporte y los espacios corporativos.
En el hogar de las personas con discapacidad, el reto está en facilitar el acceso a la formación de
procesos completos con orientaciones psicosociales para perfiles con alto potencial de empleabilidad. Así se dinamiza el ambiente y la economía de la casa.
Y en las empresas comienza con ampliar el conocimiento para eliminar los sesgos en la inclusión, y avanza con la accesibilidad, rampas para todos, señales de emergencias lumínicas y sonoras, señalética, baños universales, comunicaciones muy gráficas, con audios, textos, lenguaje de señas y braile, claras, concretas, directas y cortas.
En la inserción laboral, se trata de no hacer procesos de selección desde las limitaciones sino desde las competencias y hacer convocatorias universales donde sean las capacidades las que empleen y no las diferencias las que se excluyan.