Los juegos de pantalla, usados con moderación, son una alternativa terapéutica maravillosa para aprender y superar alteraciones emocionales y enfermedades, en la medida que permiten simular la vida real o crear escenarios para informar, confrontar, motivar la toma de decisiones, superar retos, entregar contenidos educativos, entretener, crear espacios de interacción familiar o social y hasta hacer actividades físicas.
Juegos de pantalla tradicionales, usados con unan recomendación médica acerca de qué, cómo y cuánto tiempo jugar, pueden impactar la memoria, la salud física (los juegos de equilibrio, baile, coordinación, y orientación espacial, por ejemplo), las habilidades para resolver problemas, memorizar datos, imágenes o sonidos, mantener la atención, relacionarse con pares (personas con autismo o adultos mayores, entre otros), rehabilitar lesiones físicas o cerebrales, controlar los impulsos o el estrés.
Además, promueven la interacción entre amigos y familiares y permiten aprender pautas sobre la seguridad personal, la competencia, la tolerancia a la frustración y el interrelacionamiento.
Otros videojuegos han sido específicamente creados o complementados para tratar enfermedades como la depresión, el autismo, la dislexia, el alzheimer, los trastornos de atención, el parkinson, hacer terapias de rehabilitación musculoesquelética y mental, y mejorar la adherencia a tratamientos como los relacionados con el cáncer y al superación de duelos.